La familia es el primer agente socializador de los hijos. Puede representar un factor protector para posibles dificultades de aprendizaje en el niño, pero también puede ser un factor de interferencia para su aprendizaje. Si éste requiere apoyo adicional para rendir de acuerdo a lo que se espera de él y no lo encuentra en sus padres, marcará el comienzo de dificultades escolares, fracasos, etc.

Por esto los padres tienen que estar permanentemente involucrados en el proceso de formación de sus hijos y para ello necesitan información y formación previa. El rendimiento escolar, junto con la opinión de los padres y lo adultos significativos, constituyen uno de los factores más decisivos en la formación de la autoestima.

La comunicación permanente con el colegio y los acuerdos que se logren en cuanto a normas mínimas de disciplina y convivencia potenciará los esfuerzos de cada uno de los padres. Los niños con TDAH tienen pocas destrezas y habilidades para detectar claves sociales finas que les indiquen qué hacer y qué no hacer en diferentes contextos. La uniformidad en las reglas y las consecuencias de transgredirlas, produce un efecto muy positivo en el desempeño social del niño.

La imagen de una familia estable, que protege pero a la vez fomenta la autonomía, constituye el pilar, a partir del cual el niño, más tarde adolescente y adulto, construirá una capacidad crítica que le permita desarrollarse de manera segura a lo largo de su vida. Ambos cónyuges deben estar implicados a la hora de ayudar a su hijo.

Es conveniente que los integrantes de la familia compartan sus experiencias, fortalezas y carencias con grupos de familias que viven situaciones similares, ya que al escuchar a otras personas, les es posible identificarse y abordar la situación familiar de manera diferente y más funcional.